SÍ HAY TRABAJO: EJERCICIOS PERFORMÁTICOS PARA LA RESIGNIFICACIÓN DE LO DOMÉSTICO
Texto publicado en Index Revista de Arte Contemporáneo
Mayo 2024
https://www.revistaindex.net/index.php/cav/article/view/568
Introducción
A lo largo del tiempo, la producción artística realizada por mujeres, que ha permanecido bajo un velo de desvalorización, poco a poco ha logrado ganar terreno en el circuito institucional del arte. El reconocimiento de un valioso contingente femenino como agente activo ha sido -y sigue siendo- un camino laborioso que ha podido trazarse apoyado en enfoques distantes al relato tradicional de la historia. El cuestionamiento de la estructura social, económica y política que construye una línea histórica y reconoce a los personajes más destacados de ella, ha sido vital para fortalecer la participación femenina en el circuito artístico e, incluso, legitimar personajes perdidos en la historia, ocultados desde una institucionalidad que negaba su valor.
Entre 1974 a 1979, se elabora de forma colectiva La Cena de Judy Chicago, considerada como la obra ícono del arte feminista. En esta instalación monumental, la artista rinde homenaje a mujeres representativas del mundo occidental y dispone, de forma triangular, varias mesas donde cada personaje tiene su lugar, con vajilla y manteles dedicados a cada mujer notable invitada a formar parte de la historia. Entre las invitadas a esta escena simbólica estuvieron Artemisia Gentileschi, Virginia Wolf, Georgia O´Keeffe, Christine de Pisan, Mary Wollstonecraft y más mujeres destacadas no solo en la literatura y el arte sino también en lo científico y político.
La obra de Chicago obtiene su relevancia al ahondar en el debate sobre el reconocimiento de la participación femenina en el curso de la historia, lo que, en palabras de Katie Hessel (2022), es “como si quisiera conceder por fin a las mujeres un sitio en la mesa” (p.353). Como esta propuesta, han sido varias las que exploran en la memoria y contribuyen a cuestionarse sobre un enfoque sesgado y discriminatorio. La diversificación de espacios para alzar la voz en aras de la reivindicación también aportó a la búsqueda de un cambio; más allá de los entornos convencionales como galerías y museos, la intervención de espacios públicos y al aire libre fueron potentes pilares para la expresión femenina, como la serie de performances de Mierle Laderman Ukeles presentados en 1973, Limpiando/Peldaños/Mantenimiento Exterior.
La crítica al rol doméstico al que ha sido relegada la mujer es también un tema a tratar a lo largo de esta travesía. La maternidad, los cuidados y las tareas del hogar, estas últimas enfocadas de forma sexista al interpretarlas como obligatoriamente femeninas, comienzan a formar parte de las discusiones en torno al arte, visibilizando matices de la realidad que aportan a un debate feminista y define al territorio doméstico como un espacio de conocimiento y producción. En este contexto, el Colectivo Maternas propone ejercicios performáticos para debatir públicamente acerca de la maternidad y revalorizar el territorio doméstico. Estas prácticas aportan al reconocimiento del valor económico, político y social de los espacios de reproducción desde la aproximación de las artes visuales.
La reproducción como territorio de producción
Durante la segunda mitad del siglo XX se efectuó una reorganización del hogar. Previo a ello, la estructura interior de una casa en relación a las actividades, roles y jerarquías tomó forma a finales del siglo XVII con la creación del concepto de la familia nuclear. La Revolución Industrial provocó la separación entre lo privado y lo público, destinando este primer espacio a las dinámicas domésticas mientras que las ocupaciones realizadas en la esfera de lo público fueron consideradas como trabajo.
Esta división establece dos consecuencias: en la primera, los roles de género se determinan según la participación en cada campo, asignando el territorio privado para las mujeres y el público para los hombres. El segundo resultado va de la mano con el reconocimiento de estas actividades dentro de una estructura económica y social, ya que, aunque ambas se complementan y participan por igual para mantener un sistema, no cuentan con el mismo crédito o valor como trabajo productivo.
Este reparto social de actividades dentro del hogar y fuera de él, su distribución y jerarquización según el género es lo que Ana Amorós (1995) denomina división sexual del trabajo (p. 257). Esta división de tareas deviene del concepto de la familia nuclear, apoyada en las funciones que sus miembros ejercen dentro de ella según los roles sociales y culturales. Para esta autora, “el reparto sexual de las tareas tiene que ver con la organización de la producción y, sobre todo, con el control de la reproducción” (p. 262).
Como se mencionó anteriormente, la concepción acerca de la distribución de las tareas para la esfera pública y privada, establece categorías de valorización y reconocimiento económico de las actividades, según el ámbito en el que se las realiza. En ese aspecto, el trabajo doméstico ha quedado relegado a la periferia de la consideración social y ha sido impuesto a las mujeres, transformándolo en un atributo femenino por naturaleza. Esta fórmula fue concebida de esta manera ya que, según Silvia Federici (2018), el inicio de la actual estructura económica se consagró en la ausencia de remuneración de las actividades reproductivas (p. 37).
En el marco de esta consideración económica y social de las tareas destinadas para el cuidado del hogar, Federici (2018) integra la concepción del “doble carácter del trabajo reproductivo, como trabajo que nos reproduce y nos valoriza no solo de cara a integrarnos en el mercado laboral sino también contra él” (p. 19). Para esta autora, las actividades reproductivas, si bien no se traducen en una compensación salarial, producen el sostenimiento, la formación y el cuidado del bien más preciado del orden económico actual: los trabajadores, es decir, la fuerza del trabajo (2018, p. 58). Bajo este mismo concepto, Cristina Vega (2019) menciona que “La naturalización de lo doméstico va de la mano con su mistificación. Lo que se brinda es inconmensurable, intangible, inigualable y, por lo tanto… impagable” (p. 27).
Con esta perspectiva, el orden del discurso cambia; distingue a las labores del hogar como actividades que se integran a un enfoque de producción repensando la medida de su valor. Las tareas circunscritas a los dominios de lo doméstico consumen tiempo y energía para generar cuidado y bienestar, lo que se traduce en un costo y beneficio. Es decir que este trabajo, que tiene una estructura compleja, sostiene social, cultural y económicamente un sistema de vida.
Este balance que genera una relación a la par entre el trabajo remunerado y no remunerado es el enfoque que toma la economía del cuidado para considerar al trabajo doméstico y a las tareas de cuidado como actividades productivas que generan beneficios no visibles a las mediciones económicas tradicionales debido a que se realizan fuera del ámbito de intercambio del mercado, es decir, dentro de los hogares (Esquivel, 2013, p. 8). Para Esquivel (2013) la complejidad de la medición de los productos generados por este trabajo, no significa ausencia de beneficios o valor.
Las tareas domésticas fueron inicialmente actividades naturalizadas al ámbito femenino, basándose en prejuicios biológicos debatibles; esta concepción indudablemente procuró ubicarlas fuera de los conceptos de mercado e intercambio de valores. Sin embargo, los discursos actuales sobre cuidado refutan los argumentos tradicionales que relegan a las tareas domésticas como actividades despojadas de valor dentro de la estructura económica, elevándolas al mismo nivel social y político del trabajo remunerado.
La idea de condicionar la ejecución de estas actividades al género femenino ha sido también un argumento discutido; mientras que las mujeres han logrado integrarse en la esfera pública considerada tradicionalmente como territorio masculino, poco a poco la concepción sobre los participantes en la esfera privada ha iniciado un cambio, logrando casi una participación multigenérica. Aunque el camino para el cambio ideológico aún es largo, es importante no perder el norte: reconocer que cocinar, limpiar y cuidar es un trabajo que sostiene la vida.
Las tareas del hogar: debate desde lo performático
En agosto de 1987, el colectivo mexicano Polvo de Gallina Negra, realizó el performance Madre por un día en el programa televisado Nuestro Mundo. En este espacio, las artistas Maris Bustamante y Mónica Mayer aparecen con delantales y simulando su embarazo con panzas falsas. El momento cumbre se dio cuando a Guillermo Ochoa, conductor del programa, le colocaron una panza de poliestireno, lo coronaron como la reina del hogar y lo nombraron madre por un día, todo esto en un noticiero vespertino con una audiencia de miles de espectadores. En palabras de Mayer (2004), corroboraron el éxito del performance cuando, nueve meses después, preguntaban a Ochoa si había tenido niño o niña (p. 41).
Las acciones de este colectivo mexicano marcaron un hito en el arte feminista latinoamericano al utilizar el cuerpo femenino como territorio de resistencia, además de la participación colectiva de otras mujeres para producir la voz de la disidencia. En particular, Madre por un día, recurre al humor y al uso de los medios masivos, lo cual “intervino directamente sobre la producción de significados culturales en torno a los repertorios simbólicos que desata la maternidad” (Antivilo, 2015, p. 126). Con estos criterios, el cuerpo y el espacio se vuelven significantes para generar nuevas representaciones que, en este caso, cuestionan el statu quo de la maternidad.
En cuanto a la producción de representaciones que combatan los estereotipos femeninos, el arte se ha utilizado como un instrumento efectivo. La relación entre arte y feminismo se ha estrechado a medida que muchas artistas se adjudican el título de feministas, pero aún más cuando las obras o propuestas logran fracturar posiciones y pensamientos dominantes. Al respecto, Andrea Giunta (2019) menciona que esta articulación entre el arte y el feminismo ha permitido “una reformulación política de las representaciones, central en la tarea de reescritura de una historia del arte todavía hoy formulada desde parámetros patriarcales” (p. 106).
Esta necesidad de fracturar los discursos tradicionales no es gratuita. Acogida en las palabras de Griselda Pollock (2015), “el arte es constitutivo de la ideología, no su mera ilustración” (p. 75), es decir que, a través de las prácticas artísticas, las mujeres optan por visibilizar su producción desde dos premisas principales: mostrarse como agentes activos del circuito del arte y politizar aquellos temas relegados del arte por constituirse dentro de la tradicional idea de feminidad. La desvalorización de la participación femenina en el arte, esta notoria desigualdad de oportunidades, se trazó como una estrategia para diferenciar la esfera pública y privada, es decir, para definir las actividades destinadas a hombres y mujeres.
Abrir espacios para fracturar el discurso absolutista de la historia del arte fue una característica de la segunda mitad del siglo XX. El reclamo por formar parte de galerías, museos e instituciones universitarias impulsó un activismo que detona en el uso de técnicas alternativas a las tradicionales, abordando a manera de protesta, aquellos temas no considerados para la representación plástica. La maternidad, la discriminación y la violencia, contados desde la experiencia de la opresión fueron la temática presentada a debate. Trabajar con el cuerpo se volvió un soporte para el arte acción que permite expresar desde lo autobiográfico y que “no pretende representar la realidad, sino de intervenirla a partir de acciones” (Mayer, 2004, p. 147). Mónica Mayer, Ana Mendieta, Suzanne Lacy, Carolee Schneemann y Martha Minujín son apenas unos pocos nombres de una larga lista de mujeres que subvierten a través del uso del propio cuerpo.
En esta realidad, la crítica desde el arte al enfoque sexista con el que se constituyeron los roles de género también formó parte de la agenda. La detracción al pensamiento decimonónico del ángel del hogar, arquetipo en el que se presenta a la mujer como un cúmulo de virtudes, se traduce en acciones que confrontan la condición subordinada en la que se ubicó al género femenino. La articulación mujer/casa se resignifica ante los cuestionamientos de una vida doméstica creada como un espacio de sometimiento a pretexto de discursos biológicos refutables.
En Latinoamérica, la casa, las tareas domésticas y las actividades ligadas a estos espacios mal considerados femeninos, se abordan desde lo performático gracias a varias artistas que veían la necesidad de trasladar el significado de estas áreas hacia otras dimensiones. Una propuesta emblemática es Los espacios domésticos: Del sótano al desván, exposición colectiva presentada en Buenos Aires en 1987, a cargo de Monique Altschul, Marcela Altschul, Beba Braunstein, Ofelia Fisman, Adela Iribarren, Pilar Larghi, Anna-Lisa Marjak y Tona Wilson. Esta muestra, que se tomó los tres pisos de la Galería del Centro Cultural San Martín, disponía de música, texto, performance e intervención de cada espacio, para interpelar al espectador y repensar el significado del aseo, mantenimiento, cuidado del hogar y, sobre todo, de quien ejerce estas labores. Para Antivilo (2015), la tríada cuerpos-mujeres-casa “habla de historias del trabajo invisible de las mujeres en la reproducción de cada día al servicio del trabajo del hombre, la fuerza mal contabilizable como activa de la sociedad” (p. 53).
Innumerables artistas han articulado su obra hacia la crítica de lo doméstico: Louise Bourgeois y su Mujer-Casa, Judy Chicago Miriam Shapiro liderando el Environment Womanhouse, Natalia Iguiñiz con Somos: La excepción a los derechos laborales, las ecuatorianas Andrea Mejía y Paula Arias con Territorios domésticos y Amoresfinos respectivamente, son parte de una larga lista de artistas que han utilizado la práctica artística para avivar el debate sobre el trabajo reproductivo. En el marco de esta temática nace en el 2022 el Colectivo Maternas, conformado por las ecuatorianas Cristina Álvarez y Glenda Rosero, quienes utilizan el performance y el humor para hablar sobre maternidad y domesticidad.
Sí hay trabajo: conocimiento, experticia y bienestar
Del 1 al 4 de mayo de 2023, se llevó a cabo en el Project Room de Arte Actual FLACSO la propuesta Sí hay trabajo, impulsada por el Colectivo Maternas. Este grupo se centra en explorar la maternidad y el espacio doméstico desde diversas perspectivas, fomentando un diálogo abierto que abarca ideas, relatos, testimonios y acciones. Su objetivo es ofrecer un espacio donde las madres puedan liberarse de los estereotipos socioculturales sobre la maternidad, desafiando con humor el discurso tradicional. Las artistas utilizan el performance como el lenguaje que, a través de la recolección de testimonios, canaliza las experiencias de las participantes, priorizando la construcción colaborativa del discurso. Sí hay trabajo fue la cuarta acción llevada a cabo por este colectivo.
Esta acción se origina de la necesidad de reflexionar sobre el espacio doméstico y de cuidado, las actividades que se realizan en este territorio y quienes las ejecutan, con el fin de visibilizar su importancia para el sostenimiento de la vida y su valor productivo. Para ello, gracias a la participación del público a través de una encuesta, se exploró acerca del tiempo destinado a las labores de la casa, las habilidades, destrezas y competencias que han desarrollado para y por realizar estas tareas, además del beneficio que se percibe en el ámbito personal o familiar al realizarlas con experticia.
En este punto, es importante mencionar que Sí hay trabajo se concibió y ejecutó con el propósito de alejarse de la informalidad del territorio doméstico y los quehaceres propios de este espacio, desafiando la representación convencional al abordar, desde una visión corporativa, las labores de limpieza y cuidado. Esto implicó el uso de herramientas, conceptos y terminología propios del ámbito empresarial para redefinir estas actividades. Esta estrategia se desplegó con el fin de cuestionar las normas y convenciones sociales que menosprecian el trabajo en el hogar, subvirtiendo este concepto al mostrarlos como un campo para la generación de conocimiento y experiencia. Las palabras de Cristina Vega (2019) fortalecen el objetivo de la propuesta al mencionar que “el trabajo de reproducción y cuidados aparece como un conjunto de actividades clave para el sostenimiento. Visibilizarlo y valorarlo es un paso, pero no es suficiente; además, debe cuestionarse el modo en que funciona y se reparte” (p. 25).
La ejecución de esta propuesta se distribuyó en tres etapas: Primero, una encuesta presencial realizada en el parque La Carolina, ubicado en el norte de Quito, con la colaboración de transeúntes, adicional a una encuesta virtual con 24 horas de duración. Esta actividad se realizó el 1 de mayo, reconocido como Día Internacional de los Trabajadores, como una acción simbólica para referirse a los trabajos del hogar. En ella participaron 128 personas de distintos géneros y edades comprendidas entre los 15 a 69 años.
Es relevante destacar que, aunque se recopilaron datos a partir de una encuesta real en la fase inicial, el propósito de esta es exhibir resultados enfocados en una actuación artística, alejándose de un estudio científico. Por lo tanto, los porcentajes presentados posteriormente son elementos utilizados por el Colectivo Maternas para simbolizar de manera performática un entorno empresarial.
La segunda etapa consistió en la tabulación y análisis de resultados dentro de la sede de Arte Actual FLACSO, en la que se adecuó el espacio para dar la apariencia de una oficina. Durante este periodo se organizó la información recabada para obtener porcentajes acerca de las tareas del hogar de mayor ejecución, además del tiempo de experiencia que cada consultado tenía en relación a ellas. Finalmente, la presentación de los resultados se realizó con un performance en formato ejecutivo, a través de una invitación pública para quienes quieran formar parte de la acción. La Casa de Doctorados de FLACSO Ecuador fue el nicho para realizar esta actividad.
Durante estas tres etapas, el enfoque empresarial fue el hilo conductor para la aplicación de términos y herramientas con la finalidad de cambiar la percepción de las tareas domésticas y de cuidado, tradicionalmente consideradas como actividades de poco valor. Por este motivo, se optó por mostrarlas como actividades cotidianas que fomentan habilidades y competencias en quienes las llevan a cabo, equiparando así el ámbito doméstico con entornos de formación profesional y producción. Para ello, se realizó un enfoque basado en el despliegue de destrezas y competencias para el desarrollo del conocimiento, con el fin de resignificar el territorio doméstico y exponerlo como un espacio para la adquisición progresiva de experticias.
El enfoque desde las habilidades, destrezas y competencias procede apoyado en su uso regular dentro del ámbito educativo y empresarial. Estos conceptos son básicos para comprender el progreso de las capacidades de un individuo que derivan en eficiencia y conocimiento a aplicar de forma satisfactoria en el campo profesional. Dicho proceso, que está concebido para desplegarse desde la más tierna edad hasta la adultez, es el marco de acción del ámbito educativo y objeto apreciado del territorio productivo. Sobre este aspecto, Idalberto Chiavenato (2009) menciona que “Cualquier modelo de formación, capacitación, entrenamiento o desarrollo debe garantizar la posibilidad de realizar todo aquello que el hombre puede ser en razón de sus propios potenciales, ya sean innatos o adquiridos” (p. 366).
Previo a continuar con una breve exposición de los resultados de la propuesta de Sí hay trabajo, es relevante realizar un paréntesis para definir el significado de habilidad, destreza y competencia, ya que son estos conceptos los que se aplican, interpretan y regulan los resultados de la propuesta. Se entiende por destreza a la capacidad de realizar con eficiencia una tarea o labor, de manera que el resultado de su ejecución refleje satisfacción. Este concepto, desde un enfoque pedagógico indica que “se vincula a un desarrollo preciso de ciertas formas de motricidad especializada, de agudeza visual, auditiva, gustativa, de esfuerzo físico, de equilibrio” (Asociación Mundial de Educadores Infantiles [AMEI-WAECE], 2003, s/p). Es decir que una destreza es aquella capacidad desarrollada a partir de la continuidad con la que se repite la ejecución de una tarea llegando a obtener el dominio y hábito para su eficiencia.
Las habilidades, a diferencia de las destrezas, son aptitudes innatas, sin embargo, se posibilita su desarrollo gracias al ejercicio o práctica a diario. Este término también se entiende como “rutinas cognitivas existentes y empleadas para facilitar la adquisición y producción del conocimiento” (Reed, 2007, como se citó en Báez & Nagles, 2016, p. 96). Es decir que, innatas o no, se poseen y utilizan convenientemente para cumplir de forma óptima una tarea o actividad.
Mientras el desarrollo de habilidades y destrezas han sido parte del territorio educativo para la formación del individuo, las competencias se relacionaron desde un inicio con los procesos productivos empresariales. En ellas se precisan los requerimientos necesarios para cumplir con una tarea o un oficio asignado a través de las destrezas (saber hacer) articulándolas a la propiedad de la competición, es decir, rendir satisfactoriamente para ser considerado eficiente y rentable en el área de trabajo. Este concepto indica que, al hablar de competencias, se determina un “saber hacer complejo, resultado de la integración, movilización y adecuación de capacidades y habilidades (cognitivas, afectivas, psicomotoras o sociales) y de conocimientos utilizados eficazmente en situaciones que tengan un carácter común” (Lasnier, 2000, como se citó en Valiente & Galdeano, 2009, p. 370).
El ingreso de este término al campo educativo se fundamenta en la preparación de los individuos hacia el desempeño eficiente en un contexto productivo. En resumen, una persona competente es aquella que cuenta con un amplio repertorio de destrezas, junto a la habilidad de aplicarlas en los espacios laborales y hacer frente a las situaciones que se le presenten. Desde este enfoque, los términos habilidades, destrezas y competencias se enlazan de forma progresiva con el fin de desarrollar niveles de conocimiento multidimensional y experticia a ser aplicados en el campo productivo para generar rentabilidad. Para la propuesta performática del Colectivo Maternas, la rentabilidad se encuentra dentro del hogar a manera de beneficios intangibles.
El desempeño de lo doméstico
En relación a la metodología para la ejecución de Sí hay trabajo, la óptica de desarrollo del desempeño fue aplicada enteramente a las tres etapas. En cuanto a la encuesta, se solicitaba una descripción breve del perfil del encuestado, la discriminación autopercibida de habilidades, destrezas y competencias, años de experiencia en las tareas del hogar y, para finalizar, ámbito de aplicación de su experticia. En este documento, para efectos de obtención de resultados porcentuales, se realizaron preguntas cerradas integrando los criterios mencionados anteriormente.
Amparado en esta misma visión, para el análisis de resultados, la sede de Arte Actual FLACSO funcionó como laboratorio de la experiencia y se desarrolló en simulación de un espacio ejecutivo; en esta área se montó una pequeña oficina que funcionaba en horario laboral, desde las 10h00 hasta las 18h00, donde las integrantes del colectivo tradujeron las encuestas en porcentajes que rinden resultados sobre los años de experiencia en el campo doméstico, las competencias adquiridas gracias a efectuar dichas tareas de forma constante y el resultado beneficioso que estas actividades han instaurado en el espacio privado. Cabe mencionar que la acción performática se concentró en la irrupción de un lugar expositivo durante tres días con el montaje de una oficina dotada de los insumos básicos para funcionar como tal, en conjunto con la permanencia de las artistas en actitud e imagen ejecutiva. Esta actividad se realizó con el ánimo de resignificar el espacio y potenciarlo como un laboratorio para abordar desde el arte aquellos tópicos que toman distancia del circuito.
Finalmente, lo corporativo se consagra con los resultados obtenidos de la aplicación de la encuesta y la tabulación que fueron expuestos en la tercera etapa con un performance que aparentaba una reunión en formato ejecutivo con presencia de público asistente de forma voluntaria. Durante aproximadamente una hora, se mostraron las tablas porcentuales con los reportes cuantitativos derivados de la información recogida. En esta etapa se guardó también la solemnidad del tono empresarial como acto simbólico para resignificar los imaginarios en torno al diálogo sobre las actividades de cuidado del hogar, desde un enfoque de adquisición de conocimientos para alcanzar un nivel de experticia que permita el sostenimiento de la vida. Por razones de extensión de este artículo, no se presentan los porcentajes en su magnitud, sin embargo se tiene acceso a los resultados en el portafolio digital del colectivo[1].
Durante toda la propuesta, el ejercicio performático traduce el lenguaje verbal y corporal para que las actividades realizadas en la esfera de lo privado se aborden desde los términos de la productividad. Para esta caracterización, las habilidades citaron actitudes consideradas innatas como la paciencia y organización. Para las destrezas, estas habilidades se transforman en actividades concretas del hogar, es decir que la limpieza y orden de una casa, o la alimentación y nutrición de los miembros del hogar comienzan a definirse como capacidades desarrolladas a través de la experiencia. Finalmente, las competencias que integran de forma multifacética el conocimiento adquirido, exponen a las tareas del hogar acuñando términos como el manejo y control del caos, y la comunicación y escucha multidimensional.
En este mismo sentido, se toma en cuenta dos campos relevantes para el desarrollo de la experticia. El tiempo es el primer criterio, dado que los años de ejecución de tareas específicas generan un conocimiento práctico, por lo que en la encuesta se pregunta por la edad en la que se comenzó a realizar tareas domésticas y la cantidad de horas que destina a ellas. El ambiente es formulado como segundo criterio; en él se indaga sobre los elementos y espacios que facilitan el acercamiento a la tarea que está generando el conocimiento. En este aspecto, el género, la cantidad de personas al cuidado y el espacio físico doméstico de ejecución de oficios se integran a la reflexión.
El grupo etario de mayor participación en la encuesta es el que se encuentra entre los 40 a 44 años. De esta participación también se indica que la mayoría de los encuestados se introdujeron en la ejecución de las tareas domésticas entre los 10 y 14 años de edad y que el tiempo destinado a estas labores es de una a tres horas diarias. De estos resultados se infiere que una persona de 44 años que ha comenzado a realizar labores domésticas a sus 14 años de edad, tiene 30 años de experiencia, y al destinar una hora diaria a esta actividad, cuenta con un aproximado de 10.950 horas de conocimiento sobre los oficios que ejerce en el hogar.
Sobre las destrezas seleccionadas, limpiar la cocina alcanzó el mayor porcentaje en el criterio sobre aseo y orden de la casa, mientras que en la sección que indaga sobre estabilidad financiera en el hogar establece que evitar gastos innecesarios es la destreza mayor desarrollada. En cuanto a las competencias, la organización, limpieza y distribución de actividades múltiples junto a la capacidad de administrar para el hogar los ingresos económicos, obtienen el primer y segundo lugar respectivamente. Esta experiencia, según los resultados, se ha obtenido dentro del ambiente familiar al ser formado en las tareas domésticas desde corta edad. En cuanto a los lugares de ejecución de tareas, la convivencia con la pareja e hijos es el espacio donde se despliega a plenitud las destrezas y competencias desarrolladas, obteniendo como resultado beneficioso la estabilidad emocional familiar y la satisfacción propia al ejercer óptimamente estas tareas.
Finalmente, se estableció como conclusión que la ejecución sostenida de las tareas domésticas se estructura y sistematiza como conocimiento, generando el desarrollo de destrezas y competencias para el manejo del hogar. Estos saberes, que se transmiten en los territorios privados de generación en generación, impactan también en el desenvolvimiento que tiene el individuo en la productividad; esto debido a que las labores domésticas y el cuidado pueden considerarse como ingresos en especie que generan el bienestar para sostener establemente su participación en la esfera pública (Esquivel, 2013, p. 6).
Es importante acotar que, pese a que la propuesta inició aplicando una encuesta sin distinción genérica, el 83,6% fueron contestadas por el público femenino. Durante la actividad presencial en el parque La Carolina, el público masculino evitaba formar parte de ella por tratar temas de índole doméstico, lo que también aportó a concluir que los roles de género basados en discursos sexistas continúan formando parte del imaginario, repercutiendo en la corresponsabilidad de las tareas del hogar y perpetuando la idea de que son las mujeres quienes deben proveerlo.
Vale recalcar que, si bien ha sido utilizada una metodología para el análisis cuantitativo, el objetivo de esta propuesta artística se distancia de una investigación formal. Sin embargo, la aplicación de estas herramientas y la presentación de los resultados forma parte también del acto performático en donde la compilación de información sobre actividades domésticas realizadas de forma cotidiana para el cuidado del hogar y el beneficio que se obtiene al interior del mismo, se presenta como un intento para cuantificar el valor social de estos oficios.
Conclusiones
A lo largo de la historia, las tareas domésticas y de cuidado han sido situadas fuera del ámbito del mercado y del intercambio de valores. Este criterio se sustenta en diferencias genéricas debatibles que, de forma tradicional, distribuyen actividades y actores según el campo de acción privado o público. Sin embargo, discursos contemporáneos que se apoyan en el reconocimiento del valor económico y social de los oficios del cuidado contradicen estos argumentos de depreciación y los equipara al mismo nivel que el trabajo remunerado.
Sobre este aspecto, el arte ha sido un medio eficaz para desafiar criterios sexistas contribuyendo a nuevos enfoques a través de la producción de obras que desafían los estereotipos de género. En el caso particular de las artes visuales, han sido varias las propuestas que aportan desde la subversión y colocan sobre la mesa el debate para el reconocimiento al valor económico de las tareas del hogar.
En este sentido, el ejercicio performático Sí hay trabajo, propuesto por el Colectivo Maternas, visibiliza la importancia del espacio doméstico y la legitimidad productiva de las actividades ejercidas dentro de este territorio, explorando las habilidades, destrezas y competencias que se desarrollan y aplican dentro de este espacio. Para ello, el empleo de una encuesta permitió la integración colaborativa de diversos participantes que aportaron con su criterio al debate público sobre el territorio doméstico, permitiendo un realizar esta acción artística desde el reconocimiento de dinámicas familiares reales.
La simulación de metodología de investigación a través de la encuesta y análisis cuantitativo, contribuye también a su propósito de resignificación del espacio doméstico, donde el uso de conceptos y terminología administrados usualmente al campo educativo y de la producción permite tomar distancia con la informalidad usual con la que se tratan los oficios del hogar. De la misma manera, la adecuación de una oficina temporal para la tabulación de resultados y su presentación en formato de reunión ejecutiva en FLACSO Ecuador aportan al abordaje público de temáticas consideradas usualmente como periféricas en el discurso del arte. El uso de espacios institucionalmente reconocidos en el circuito artístico se vuelve una plataforma poderosa para amplificar desde las artes estas temáticas históricamente marginadas.
Finalmente, toda la acción performática insta a una desterritorialización del cuerpo de sus integrantes para cuestionar de forma crítica el enfoque tradicional de desvalorización de lo doméstico y roles de género, abriendo un espacio a la reflexión sobre el valor económico de las tareas del hogar, a través de las artes visuales.
REFERENCIAS
AMEI-WAECE (2003). Diccionario pedagógico de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles. http://waece.org/diccionario/index.php
Amorós, A. (1995). División sexual del trabajo. En C. Amorós (Ed.), 10 palabras clave sobre mujer (pp. 257-295). Estrella Verbo Divino.
Antivilo, J. (2015). Entre lo sagrado y lo profano se tejen rebeldías. Arte feminista latinoamericano. Ediciones desde abajo.
Báez Alcaíno, J. & Onrubia Goñi, J. (2016). Una revisión de tres modelos para enseñar las habilidades de pensamiento en el marco escolar. Perspectiva Educacional, Formación de Profesores, 55(1), pp. 94-113. https://www.redalyc.org/pdf/3333/333343664007.pdf
Chiavenato, A. (2009). Gestión del talento humano. McGraw-Hill/Interamericana Editores S.A.
Esquivel, V. (2013). El cuidado en los hogares y las comunidades. Oxfam. https://oxfamilibrary.openrepository.com/bitstream/handle/10546/302287/rr-care-background-071013-es.pdf;jsessionid=132DC75C50370B3AE70A4509EE173285?sequence=2
Federici, S. (2018). Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas. Traficantes de sueños.
Giunta, A. (2019). Feminismo y arte latinoamericano. Siglo XXI Editores.
Hessel, K. (2022). Historia del arte sin hombres. Ático de los libros.
Mayer, M. (2004). Rosa Chillante. Mujeres y performance en México. Pinto mi Raya Ediciones.
Pollock, G. (2015). Visión y diferencia. Feminismo, feminidad e historias del arte. Fiordo Editorial.
Rodríguez, N. (2021, noviembre 1-5). Performances y parodias en el cuestionamiento de “lo normal”. El caso del grupo de Arte Feminista Polvo de Gallina Negra (México 1983 - 1993) [Conferencia]. XVI Jornadas de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires. https://www.aacademica.org/000-074/718
Valiente, A. & Galdeano, C. (2009). La enseñanza por competencias. Educación química, 20(3), pp. 369-372. https://www.scielo.org.mx/pdf/eq/v20n3/v20n3a10.pdf
Vega, C. (2019). Des/armando imágenes de lo doméstico, del cuidado… ¿y del arte?. En Doméstika. Arte, trabajos, feminismos. 5to Encuentro Iberoamericano de Arte, Trabajo y Economía (5EIATE). Arte Actual FLACSO.
[1] Los resultados y el registro fotográfico de la propuesta, así como otras acciones realizadas por el coletivo se alojan en https://glemarosan.wixsite.com/glendaroseroandrade/maternas